La Actitud, es otro tema, se considera de suma importancia sin embargo no se mide la actitud al contratar a la persona, sino las aptitudes. Se produce una situación confusa, ya que la gente se esmera muchísimo en desarrollar sus aptitudes para lograr su acceso al mercado laboral o progresar en él, y cuando logran entrar, se les exige algo distinto, actitud. De esta forma se cumple la famosa frase de que el IQ (Coeficiente intelectual) hace que te contraten, pero es el EQ (Coeficiente Emocional) el que hace que te promuevan.
Esto nos conduce a una gestión de los recursos humanos ineficiente, pues tanto la selección de personal, como la formación en aptitudes, son tiempo y dinero que las empresas destinan para incorporar y desarrollar a las personas, y al no tomar en cuenta el Capital Psicológico, invierten recursos en personas que no aportan a la empresa, o que no generan el rendimiento óptimo. En el presente siglo la sustentabilidad de una organización requerirá que apuesten por estrategias de desarrollo de recursos humanos, creando una estructura social que permita desarrollar el potencial y talento de las personas, logrando extraer lo mejor de cada uno y aunarlo para generar innovación, valor agregado, conocimiento compartido y transferible, incremento del rendimiento, aumento de la competitividad.
Lo importante entonces, es invertir en las personas, en su dimensión social, intelectual y emocional, buscando su autorrealización y bienestar en todas las áreas de su desarrollo. De esta forma conseguiremos personas fuertemente vinculados y comprometidos con su trabajo y con la organización y cuyo rendimiento excederá lo que habitualmente se les exige. Cuando realmente todas las personas que forman parte de una organización se aúnan, se alinean y se comprometen con sus valores, su visión y su misión, podemos hablar de una empresa con personalidad e identidad propia.
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